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domingo, 8 de agosto de 2021

2 MACABEOS. CAPÍTULO XV

 151Cuando recibió Nicanor la noticia de que las tropas de Judas andaban por Samaría, determinó atacarles sin exponerse, en día de descanso. 2Los judíos que le seguían por la fuerza dijeron:

-No los aniquiles de esa forma tan cruel y tan bárbara. Honra ese día, honrado y santificado por el que lo ve todo.

3Pero el bandido preguntó si había en el cielo un soberano que hubiera mandado celebrar el día del sábado. 4Ellos respondieron:

-El Señor vivo, el soberano del cielo, es quien mandó celebrar el día séptimo.

5Y el replicó:

-Pues yo soy soberano de la tierra, que ordeno empuñar las armas y servir los intereses del rey.

Sin embargo, no logró realizar su cruel designio.

6Mientras Nicanor, irguiendo el cuello con toda jactancia, se proponía levantar un trofeo a su victoria sobre las tropas de Judas, 7el Macabeo no perdía su confianza, esperando firmemente recibir ayuda de parte del Señor, 8y animaba a los suyos a no temer el ataque de los paganos, sino a recordar las ayudas recibidas del cielo anteriormente y a esperar la victoria que les iba a conceder el Todopoderoso. 9Los exhortó con textos de la Ley y los Profetas, y recordándoles los combates que habían sostenido los enardeció. 10Y a la vez que los llenaba de entusiasmo les dio instrucciones, mostrándoles la perfidia de los paganos, que violaban los juramentos.

11Así los alegró a todos, armando a cada uno no tanto con la seguridad que dan los escudos y las lanzas cuanto con el ánimo que dan las palabras de aliento, y con un sueño fidedigno, una especie de visión, que les contó. 12En el sueño vio lo siguiente: Onías, el antiguo sumo sacerdote, un hombre a carta cabal, de aspecto venerable, de carácter suave, digno en su hablar, ejercitado desde niño en la práctica de la virtud, extendía las manos y rezaba por toda la comunidad judía. 13Después, en igual actitud, se le apareció a Judas un personaje extraordinario por su ancianidad y su dignidad, envuelto en un halo de majestad maravillosa. 14Onías tomó la palabra para decir:

-Este es Jeremías, el profeta de Dios, que ama a sus hermanos e intercede continuamente por el pueblo y la Santa Ciudadf.

15Entonces Jeremías extendió la mano derecha y entregó a Judas una espada de oro, mientras decía:

16-Toma la santa espada, don de Dios, con la que destruirás a los enemigos.

17Arengados por aquellas magníficas palabras de Judas, capaces de llevar al heroísmo y de infundir a los jóvenes el vigor de hombres maduros, decidieron no esperar, sino tomar la ofensiva valerosamente y decidir el asunto con valentía, todos unidos, ya que peligraban la ciudad, la religión y el templo. 18La preocupación por sus mujeres y niños, además de sus hermanos y parientes, no les importaba mucho; temían sobre todo por el templo consagrado.

19Ni era menor la angustia de los que quedaron en la ciudad, preocupados por el combate que iba a librarse en campo abierto. 20Mientras todos aguardaban el desenlace inminente, ya estaban concentrándose los enemigos: el ejército formaba para la batalla, los elefantes estaban colocados en puntos estratégicos y la caballería se situaba en los flancos.

21Al ver el Macabeo el despliegue de aquella masa, la variedad del armamento y la fiereza de los elefantes, levantó las manos al cielo invocando al Señor, que hace prodigios, sabiendo que a los que lo merecen les da la victoria, no por las armas, sin por el medio que quiere. 22Su invocación a Dios fue la siguiente:

-Señor: tú, en tiempo de Ezequías, rey de Judá, enviaste a tu ángel y exterminó a ciento ochenta y cinco mil del campamento de Senaquerib. 23Señor de los cielos: envíanos ahora un ángel que nos preceda sembrando un terrible pánico. 24Que la grandeza de tu brazo quebrante a los que han llegado blasfemando contra tu pueblo santo.

Así terminó.

25Mientras los de Nicanor avanzaban al son de cornetas y cantos de guerra, 26los de Judas trabaron combate con el enemigo entre invocaciones y rezos; 27y luchando con las manos, pero orando a Dios con el corazón, dejaron tendidos por lo menos a treinta y cinco mil. Y rebosaron de alegría por la intervención manifiesta de Dios.

28Acabada la contienda, cuando volvían llenos de gozo, descubrieron a Nicanor muerto, con la armadura puesta. 29En medio del griterío y el alboroto alababan al Señor en la lengua materna. 30Y el que, todo él, en cuerpo y alma, estaba siempre luchando en el primer puesto por sus conciudadanos, el que nunca había perdido el afecto de su juventud para con sus compatriotas, ordenó que a Nicanor le cortaran la cabeza y el brazo por el hombro y que los llevaran a Jerusalén.

31Al llegar allí convocó a sus compatriotas y a los sacerdotes, y puesto en pie ante el altar mandó buscar a los de la acrópolis: 32les mostró la cabeza del infame Nicanor y la mano que aquel blasfemo había extendido contra la santa morada del Todopoderoso, lleno de arrogancia; 33después cortó la lengua del impío Nicanor, y mandó que se la echaran a los pájaros en pedazos, y que colgaran ante el santuario el pago que merecía su locura.

34Todos levantaron los ojos al cielo, alabando al Señor glorioso:

-¡Bendito tú, que has guardado sin mancha tu lugar santo!

35Judas colgó de la acrópolis la cabeza y el brazo de Nicanor, como prueba visible y manifiesta a todos de la ayuda del Señor, 36y todos, de común acuerdo, decretaron no dejar pasar aquel día inadvertido, sino celebrar fiesta el día trece del mes doce -en arameo, Adar-, la víspera del día de Mardoqueo.

Epílogo

37Así acabó la historia de Nicanor. Como desde aquel tiempo la ciudad quedó en poder de los hebreos, yo también pondré aquí punto final a nuestra historia.

38Si he logrado dejarla bien escrita y construida, eso es lo que yo quería. Si me ha salido vulgar y mediocre, he hecho lo mejor que he podido.

39Es desagradable beber vino solo o agua sola; en cambio, el vino mezclado con agua es agradable, es un placer para el gusto. Pues lo mismo pasa en una obra literaria, donde el estilo variado es un placer para el oído del lector.

Y con esto terminó.

Explicación.

15 Entre tanto, Judas con sus tropas se ha alejado de Jerusalén y ha pasado a Samaría, territorio fuera de su dominio. Esto permite a Nicanor, y al autor, llegar a la solución por las armas, que hace poco había evitado. El cambio resulta subrayado. Será la batalla final; como si dijéramos, una batalla escatológica.

15,2-5 La cosa comienza con un nuevo desafío: el primero era sobre el templo, éste es sobre el sábado. Dos instituciones fundamentales y síntesis de la persecución de Antíoco IV.

Unos judíos fieles y forzados bajo el mando enemigo no parece concordar con la tesis del autor; pero tampoco quiere confesar la existencia de judíos colaboracionistas voluntarios del ejército de Nicanor.

El diálogo sirve para profesar la santidad del sábado como institución divina que también los paganos deben respetar. También sirve para enfrentar, en dos frases resonantes, el soberano del cielo y el de la tierra. Así queda netamente planteado el desafío y los términos del combate.

Sobre los muertos por respetar el sábado, véase 6,11.

15,6-8 El comienzo subraya la oposición entre Nicanor, "con toda jactancia" y Judas, "con toda esperanza"; o sea, la confianza humana en las propias fuerzas y la confianza en el auxilio de Dios. Tema de venerable tradición en la Escritura. Después de la breve aparición de Nicanor, el autor se dilata en los preparativos de la batalla: arenga, visión, oración. Son una síntesis final que pude acompañar al lector cuando termine el libro; son su programa teológico en acción.

15,9 La Ley y los profetas equivale a la Escritura. La arenga militar resulta ser una especie de homilía.

15,10 Los paganos quedan englobados en un juicio sumario. Es inútil pactar con ellos. Es otro el juicio de 1 Mac, que dedica amplio espacio a las alianzas con Roma y Esparta.

15,11 Es sueño es una comunicación sospechosa en aquellos tiempos (véase Eclo 34). Por eso el narrador añade que el sueño era fidedigno, como los de los patriarcas. El sueño toma aquí el puesto de la teofanía; por eso es significativa la diferencia: no son seres celestes que combaten, sino miembros de la comunidad que interceden. Su apariencia muestra que viven glorificados, pero siguen unidos a los vivos en sus crisis.

15,12 Onías es el sumo sacerdote asesinado al comienzo de la persecución (4,33). El elogio es una especie de canonización del personaje; sus virtudes son de carácter cívico. Es patente la oposición a Menelao y Alcimo.

15,13-16 Más curiosa es la aparición de Jeremías. En efecto, Jeremías fue el gran profeta de la catástrofe, el que predicó incansablemente la rendición, el "desmoralizador", el que murió fracasado en Egipto. Este personaje aparece aquí recomendando la resistencia y anunciando el triunfo: ¿hay intención polémica en la selección de la figura?, ¿apelaban los colaboracionistas a los oráculos de Jeremías? Jeremías, que manda someterse a Nabucodonosor en nombre de Dios, que apoya al prefecto Godolías, nombrado por los caldeos, ahora entrega una espada y la llama "don de Dios". Si el sueño no es polémico, al menos es paradójico.

Más aún: a Jeremías le prohibieron en vida interceder: Jr 7,16; 11,14; 14,11; aunque se lo pidiera el rey Sedecías, 37,3. Después de muerto intercede por el pueblo que vio ir al destierro, por la ciudad que vio en llamas.

El don de la espada es como una investidura o consagración militar; como la consagración profética de Jeremías o de Ezequiel, conjugando rito y palabra. La fórmula "toma" (accipe) es común en la liturgia latina de ordenaciones y consagraciones personales.

15,17-19 Los versos quieren presentar la dimensión coral del pueblo como en el cap. 3: en el momento del peligro todos están unidos. El autor alarga retóricamente, complaciéndose en los contrastes de emociones.

15,27 Y después de tantos preparativos, al llegar el momento culminante, el narrador escamotea la batalla. Más que batalla ha sido una pura victoria, manifestación patente de Dios (epiphaneia).

15,28-33 La suerte de Nicanor, su cabeza cortada, exhibida y colgada en la muralla, pudieron inspirar al autor del libro de Judit (Judit en vez de Judas).

La escena, que a nosotros nos suena como un saborear la venganza, es en la visión del autor el pago de la ley de talión: se trata de la cabeza que se erguía jactanciosa (15,6), la lengua que desafiaba blasfemando (14,33), la mano que se alzó para jurar. El cumplimiento de esta justicia "vindicativa" es teofánico para los judíos: se manifiesta el Dios justiciero (Sal 94) y los suyos se llenan de gozo (Sal 58).

El narrador subraya fuertemente que el ejecutor de la justicia es el protagonista de la lucha, el amante de sus conciudadanos. A la luz de 2 Re 6,22 (Eliseo y el rey) podemos comentar: aunque Judas no ha matado personalmente a Nicanor, tiene derecho a cortarle la cabeza como protagonista de la contienda recuérdese que fue David y no Saúl quien cortó la cabeza a Goliat muerto.

15,31-34 La acrópolis no parece ser para el autor la pesadilla que fue realmente para los Macabeos, y que refleja el primer libro; nuestro autor los introduce como a un grupo particular de ciudadanos; se unirán a "todos" en la común alabanza al Señor, que lleva el título de "glorioso" o "manifiesto" (epiphanes).

15,35 La cabeza y el brazo colgados, como "prueba visible" (phaneron semeion) se oponen al trofeo que Nicanor había prometido erigir (15,6).

15,36 Sobre el día de Mardoqueo, véase el final del libro de Ester.

15,37 El autor considera artificialmente que con este episodio se consuma y consolida el dominio judío en la ciudad. Históricamente, la cosa sucedió el año 161.

15,38-39 El autor añade un epílogo, satisfecho de su trabajo y del resultado. Sobre todo se siente satisfecho del arte de la composición: de su  mezcla equilibrada de escenas terribles y apacibles, de escenas vivas y resúmenes generales, de estilo dilatado y apretado. No habla aquí del valor de enseñanza y edificación, sino de valores retóricos de forma.

No podemos negar que a los lectores de la época les agradó esta composición. Más tarde unos buscaron en el libro inspiración militar; otros lo leyeron como documento excepcional del estilo "asiánico", sin pretender que tal estilo sea valioso.

Nosotros, sobreponiéndonos con esfuerzo al estilo y a muchas ideas del libro, lo respetamos y acogemos como testimonio de una fe y una esperanza en momentos críticos de la historia de un pueblo.

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