Purificación del templo (1 Mac 4,36-61)
101El Macabeo y su gente, guiados por el Señor, reconquistaron el templo y la ciudad, 2derruyeron los altares levantados por los extranjeros en la plaza pública y sus templos.
3Después de purificar el templo, levantaron otro altar, y con fuego sacado del pedernal ofrecieron sacrificios después de una interrupción de dos años, quemaron incienso, encendieron las lámparas y presentaron los panes.
4Hecho esto, se postraron en tierra y suplicaron al Señor no volver a caer en tales desastres, sino que, si alguna vez pecaban, los castigara él con moderación, pero que no los entregara a extranjeros blasfemos.
5La purificación del templo cayó en el mismo día en que los extranjeros lo habían profanado: el veinticinco del mismo mes, o sea, diciembre. 6Celebraron con regocijo ocho días de fiesta, como la de las Chozas, recordando que poco antes, en tiempo de esa fiesta, andaban por los montes y las cuevas, viviendo como animales salvajes. 7Por eso, llevando tirsos, ramos verdes y palmas, entonaban himnos al que había llevado a buen fin la purificación de su lugar santo, 8y determinaron, mediante decreto público votado en la asamblea y obligatorio para todo el pueblo judío, celebrar todos los años aquellos días de fiesta.
Hazañas de Judas (1 Mac 5,1-8)
9Así acabó Antíoco, por sobrenombre Epífanes. 10Ahora vamos a tratar de Antíoco Eupátor, hijo de aquel impío, dando un resumen de los daños causados por las guerras.
11Cuando Eupátor subió al trono nombró jefe de Gobierno a un tal Lisias, gobernador supremo de Celesiria y Fenicia; 12pues Tolomeo, el apodado Macrón, que se distinguió en tratar con justicia a los judíos, para reparar la injusticia que habían cometido con ellos, procuraba gobernarlos pacíficamente, 13y, en consecuencia, los Grandes del Reino lo acusaron ante Eupátor, y como a cada paso estaba oyéndose llamar traidor, por haber abandonado Chipre, que le había confiado Filométor, y haberse pasado al partido de Antíoco Epífanes, viendo que no había ejércido su cargo con honor, se suicidó, envenenándose.
14Por su parte, Gorgias, nombrado gobernador de la región, mantenía tropas mercenarias, y a cada paso hostigaba a los judíos. 15Al mismo tiempo, también los idumeos, apoderándose de plazas fuertes estratégicas, molestaban a los judíos, y procuraban atizar la guerra acogiendo a los fugitivos de Jerusalén. 16Los del Macabeo, después de unas rogativas para pedir a Dios que fuera su aliado, atacaron las plazas fuertes de los idumeos: 17las asaltaron impetuosamente, las conquistaron, rechazaron a los que luchaban en las murallas, acuchillaron a los que cayeron en sus manos y eliminaron por lo menos a veinte mil.
18Nueve mil fugitivos por lo menos se refugiaron en dos catillos bien defendidos, provistos de todo lo necesario para soportar un asedio. 19El Macabeo dejó a Simón y Josefo, y también a Zaqueo, con bastante tropa para mantener el cerco, y él marchó a los sitios de mayor urgencia. 20Pero los de Simón, hambrientos de dinero, se dejaron sobornar por algunos de los refugiados en los castillos, y por siete mil dracmas los dejaron escapar. 21Cuando informaron al Macabeo de lo sucedido, reunió a los oficiales del ejército y les acusó de haber vendido a sus hermanos por dinero, dejando libres a sus adversarios. 22Hizo ejecutar a los traidores y conquistó en seguida los dos castillos. 23Aquella operación militar, dirigida personalmente por él, fue un éxito: en las dos plazas mató a más de veinte mil.
24Pero Timoteo, derrotado antes por los judíos reclutó muchísimas tropas extranjeras, juntó muchos caballos de Asia y se presentó para conquistar a punta de lanza Judá. 25Cuando él se aproximaba, los del Macabeo, echándose tierra a la cabeza y ciñéndose sayal a la cintura, con rogativas a Dios pedían, 26postrados al pie del altar, que les favoreciera, que fuera enemigo de sus enemigos y adversario de sus adversarios, como dice expresamente la Ley. 27Al terminar la oración, empuñaron las armas y avanzaron bastante fuera de la ciudad; cuando llegaban cerca de los enemigos se detuvieron.
28Al romper el alba se entabló el combate. Unos llevaban como garantía de triunfo y de victoria, aparte de su valor, el recurso al Señor; los otros sólo tenían a su propio arrojo como jefe en las batallas. 29lEn lo más recio del combate, los enemigos vieron en el cielo cinco hombres resplandecientes montando caballos con frenos de oro: se pusieron a la vanguardia de los judíos, 30colocaron en medio al Macabeo y lo cubrieron con sus propias armas, para guardarlo incólume, mientras disparaban flechas y rayos contra los enemigos; éstos, desconcertados y deslumbrados, se desorganizaron, llenos de pánico. 31Cayeron veinte mil quinientos, y seiscientos jinetes. 32El mismo Timoteo tuvo que huir a la plaza fuerte llamada Guézer, muy bien fortificada, cuyo jefe era Quereas. 33Pero los del Macabeo asediaron la fortaleza durante cuatro días, llenos de entusiasmo. 34Los de dentro, confiando en lo inaccesible de la plaza, blasfemaban a destajo, ensartando palabras nefandas.
35Al amanecer del quinto día, veinte muchachos del ejército del Macabeo, enfurecidos por aquellas blasfemias, asaltaron valerosamente el muro, y con furor salvaje mataban a todo el que les salía al paso. 36Los demás escalaron por otra parte, y sorprendiendo a los sitiados incendiaron los torreones, prendieron hogueras y quemaron vivos a los blasfemos. Mientras tanto, otros rompieron las puertas, y así metieron dentro al resto de la tropa y conquistaron la plaza. 37A Timoteo, escondido en una cisterna, lo degollaron; también a su hermano Quereas y a Apolófanes.
38Después de aquella hazaña, bendecían con himnos de alabanza al Señor, que había hecho a Israel un beneficio tan grande concediéndoles aquella victoria.
Explicación.
10 1-8 El puesto natural de esta sección es detrás de 8,29, es decir, después de la victoria decisiva sobre Nicanor y preparando la muerte de Antíoco. Ahora separa violentamente 10,9-18 de 9,29.
La purificación del templo está narrada con amplitud en 1 Mac 4,36-59 como acontecimiento trascendental. También el autor de la primera carta lo considera un hecho capital: 2 Mac 1,19.22. En cambio, nuestro autor no parece concederle tanta importancia. En 5,19 ha anunciado la tesis: "El Señor no eligió al pueblo para el lugar santo, sino al lugar santo para el pueblo".
10,2 Era uso pagano erigir altares en la plaza pública.
10,3 Profanado según 6,5. El fuego así obtenido no es profano: véase Lv 10.
10,4 Véase 5,17ss y la elección de David en 2 Sm 24,14. "Con moderación"; parece alusión resumida al Sal 103.
10,6-7 La fiesta de las Chozas quería ser una dramatización litúrgica del tiempo del desierto, transformando en gozo el recuerdo de las penalidades. En cambio, aquí se opone la vida vagabunda de antes, durante la persecución. El tiempo del año, diciembre, no recomendaba unos días a la intemperie.
10,8 Sobre esta fiesta, véase la segunda carta de la introducción, capítulos 1-2.
10,9-38 La nueva era, comenzada e ilustrada en el cap. 8, se desarrolla con bastante monotonía en los capítulos que siguen. En efecto, los judíos son ahora invencibles e irresistibles, y los ataques o la resistencia enemiga sólo sirven para demostrar el hecho o el principio. Los mejores generales son derrotados, o mueren, o huyen, o piden la paz. El rey mismo tiene que pedir la paz. Ejércitos enormes sirven para aumentar el número de los caídos. Las murallas ceden, las fortalezas se rinden. Y, sobre todo, Judas hace al enemigo muchas bajas: sumando las que el autor cuenta nos salen casi doscientas cuarenta mil; a las que se añaden las no contadas o las incontables. En cambio, de parte judía no oímos que haya bajas: dos veces unos traidores son ejecutados y una vez unos soldados mueren por llevar amuletos encima.
El esquema de las batallas no varía mucho. Se puede distinguir el ataque a un general o a una plaza fuerte; a veces la plaza fuerte es la segunda etapa de una batalla. Suele comenzar un ataque, los judíos oran y se lanzan al ataque, a veces sobreviene una aparición celeste, victoria con el número de bajas, acción de gracias. Una variante interesante es el final con firma de tratado.
Es difícil apreciar en la serie un movimiento geográfico coherente. La lista de enemigos es la siguiente: idumeos, Timoteo con Guézer, Lisias, Jafa y Yamnia, árabes, Caspín, Querac, Timoteo con Carnión, Efrón, Gorgias, Antíoco y Nicanor. El autor no desaprovecha las ocasiones para ejercitar su pericia estilística de signo retórico.
10,11 Lisias tiene el mando supremo; en Cisjordania gobierna Gorgias; en Transjordania, Timoteo. Los idumeos parecen poseer una cierta autonomía.
10,12-13 Sobre este Tolomeo, véanse 4,45 y 6,8. Había estado al servicio del rey de Egipto y se pasó al rey de Siria. Al morir Antíoco Epífanes ya no se siente seguro con su hijo y sucesor.
10,14 Estos fugitivos de Jerusalén tienen que ser miembros destacados del partido colaboracionista, no tolerados bajo el poder de Judas. El autor no quiere entrar en detalles sobre esa división interna, pero hace entender que no entran en la designación genérica "los judíos".
10,16 Dios como aliado: véase 8,24.
10,19 A Simón y Josefo los conocemos de 8,22. El desafuero sucede en ausencia de Judas. Castigados los traidores, las dos fortalezas caen "en seguida".
10,24 En rigor Timoteo gobierna la Transjordania. Pero el autor finge una Judea autónoma, teocrática, asaltada por un enemigo externo. Quizá por esta razón adelanta unos veinte años la conquista de Guézer, realizada por Simón el 142 a. C., y se la atribuye a Judá.
Véase 8,30.32
10,26 El texto citado se lee en Ex 23,22 en el epílogo del Código de la Alianza. En el mismo contexto Dios promete enviar "un ángel"; de donde puede haber surgido la teofanía a servicio de Judas. Más adelante, 23,23, promete desalojar a seis pueblos habitantes de Canaán; en nuestro texto hay que notar que el ejército enemigo se compone de "muchísimas tropas extranjeras".
10,29 Véase 3,25; 5,3. Lanzar rayos es una acción teofánica (Sal 18, 14-15); el Macabeo es una especie de David en la batalla del pueblo. El desconcierto y pánico del enemigo son comunes en la guerra santa. El autor usa una terminología intencionada, que consagra la autoridad del Macabeo, sin llegar a llamarlo "ungido".
10,33-34 También la resistencia en una plaza fuerte y las blasfemias e insultos recuerdan el episodio davídico de la fortaleza jebusea conquistada (2 Sm 5).
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