Los siete hermanos y su madre
71Arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarles a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. 2Uno de ellos habló en nombre de los demás:
-¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la Ley de nuestros padres.
3Fuera de sí, el rey ordenó poner al fuego sartenes y ollas. 4Las pusieron al fuego inmediatamente, y el rey ordenó que cortaran la lengua al que había hablado en nombre de todos, que le arrancaran el cuero cabelludo y le amputaran las extremidades a la vista de los demás hermanos y de su madre.
5Cuando el muchacho estaba ya inutilizado del todo, el rey mandó aplicarle fuego y freírlo; todavía respiraba. Mientras se esparcía a lo ancho el olor de la sartén, los otros con la madre se animaban entre sí a morir noblemente:
6-El Señor Dios nos contempla, y de verdad se compadece de nosotros, como declaró Moisés en el cántico de denuncia contra Israel: <<Se compadecerá de sus siervos>>.
7Cuando murió así el primero llevaron al segundo al suplicio; le arrancaron los cabellos con la piel, y le preguntaban si pensaba comer antes que lo atormentasen miembro a miembro. 8Él respondió en la lengua materna:
-¡No comeré!
Por eso también él sufrió a su vez el martirio como el primero.
9Y estando para morir, dijo:
-Tú, malvado, nos arrancas la vida presente. Pero cuando hayamos muerto por su Ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna.
10Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. 11Y habló dignamente:
-De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio. Espero recobrarlas del mismo Dios.
12El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos. 13Cuando murió éste, torturaron de modo semejante al cuarto. 14Y cuando estaba para morir, dijo:
-Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. En cambio, tú no resucitarás para la vida.
15Después sacaron al quinto, y lo atormentaban. 16Pero él, mirando al rey, le dijo:
-Aunque eres un simple mortal, haces lo que quieres porque tienes poder sobre los hombres. Pero no te creas que Dios ha abandonado nuestra nación. 17Espera un poco y ya verás cómo su gran poder te tortura a ti y a tu descendencia.
18Después de éste llevaron al sexto, y cuando iba a morir, dijo:
-No te engañes neciamente. Nosotros sufrimos esto porque hemos pecado contra nuestro Dios; por eso han ocurrido estas cosas extrañas. 19No pienses que vas a quedar impune tú, que te has atrevido a luchar contra Dios.
20Pero ninguno más admirable y digno de recuerdo que la madre. Viendo morir a sus siete hijos en el espacio de un día, lo soportó con entereza, esperando en el Señor. 21Con noble actitud, uniendo un temple viril a la ternura femenina, fue animando a cada uno, y les decía en su lengua:
22-Yo no sé como aparecisteis en mi seno; yo no os di el aliento ni la vida, ni ordené los elementos de vuestro organismo. 23Fue el creador del universo, el que modela la raza humana y determina el origen de todo. Él, con su misericordia, os devolverá el aliento y la vida si ahora os sacrificáis por su Ley.
24Antíoco creyó que la mujer lo despreciaba, y sospechó que lo estaba insultando.
Todavía quedaba el más pequeño, y el rey intentaba persuadirlo no sólo con palabras, sino que le juraba que si renegaba de sus tradiciones lo haría rico y feliz, lo tendría por amigo y le daría algún cargo. 25Pero como el muchacho no había el menor caso, el rey llamó a la madre y le rogaba que aconsejase al chiquillo para su bien. 26Tanto le insistió, que la madre accedió a persuadir al hijo; 27se inclinó hacia él, y riéndose del cruel tirano, habló así en su idioma:
-Hijo mío, ten piedad de mí, que te llevé nueve meses en el seno, te amamanté y crie tres años y te he alimentado hasta que te has hecho un joven. 28Hijo mío, te lo suplico, mira el cielo y la tierra, fíjate en todo lo que contienen y verás que Dios lo creó todo de la nada, y el mismo origen tiene el hombre. 29No temas a ese verdugo, no desmerezcas de tus hermanos y acepta la muerte. Así, por la misericordia de Dios, te recobraré junto con ellos.
30Estaba todavía hablando cuando el muchacho dijo:
-¿Qué esperáis? No me someto al decreto real. Yo obedezco los decretos de la Ley dada a nuestros antepasados por medio de Moisés. 31Pero tú, que has tramado toda clase de crímenes contra los hebreos, no escaparás de las manos de Dios. 32Pues nosotros sufrimos por nuestros pecados. 33Y si el Dios vivo se ha enojado un momento para corregirnos y educarnos, volverá a reconciliarse con sus siervos. 34Pero tú, impío, el hombre más criminal de todos, no te ensoberbezcas neciamente con vanas esperanzas, mientras alzas la mano contra los siervos de Dios; 35que todavía no has escapado de la sentencia de Dios, vigilante todopoderoso. 36Mis hermanos, después de soportar ahora un dolor pasajero, participan ya de la promesa divina de una vida eterna; en cambio, tú, por sentencia de Dios, pagarás la pena que merece tu soberbia. 37Yo, lo mismo que mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi vida por las leyes de mis padres, suplicando a Dios que se apiade pronto de mi raza, que tú tengas que confesarlo, entre tormentos y azotes, como único Dios, 38y que la ira del Todopoderoso, que se ha abatido justamente sobre mi pueblo, se detenga en mí y en mis hermanos.
39El rey, exasperado y no aguantando aquel sarcasmo, se ensañó contra éste muchísimo más que contra los otros, 40y aquel muchacho murió sin mancha, con total confianza en el Señor.
41La madre murió la última, después de sus hijos.
42Baste lo que he contado a propósito de los convites sacrificiales y la increíble crueldad del rey.
Explicación.
7 Después del anciano vienen otras dos generaciones: una madre con sus hijos, hasta el menor; después del letrado, personaje oficial, una mujer anónima, representando al pueblo.
El martirio de una madre con sus siete hijos es un tema dramático para un autor como el nuestro capaz de conmover a sus lectores. Además de ello, es una figura significativa para oyentes judíos. Porque la madre del pueblo es Sión, según la tradición profética (véanse, entre otros, Is 49; 54; 60; 62); Sión es la madre de siete hijos en Jr 15,9. El anonimato refuerza esta función simbólica.
El autor se explaya poco en la acción: unos rasgos para ambientar la escena y para describir la crueldad del tirano (4 Mac se deleitará en la descripción de las torturas). Los discursos dominan la escena: es curioso que los antagonistas no hablan en estilo directo, sus palabras se incorporan a la narración en estilo indirecto, se abrevian o se resumen. En estilo directo hablan, o mejor, declaman sus alocuciones los siete hermanos y la madre. El drama entra así en los cánones retóricos.
Temas comunes de los discursos son: morir por la Ley, con la esperanza de la resurrección. Para cada uno de ellos el sufrimiento y la muerte llevan a la resurrección; para todo el pueblo esos sentimientos señalan la culminación y fin de la cólera. Como habrá un tiempo de misericordia en que vuelvan a la vida (vv. 23.29), así llega un momento histórico en que Dios se compadece (v.6) y se vuelve propicio (v.37).
En la unidad familiar se refleja la unidad del pueblo fiel. Como cada uno "recobrará" sus miembros amputados (v.11), la madre "recobrará" a sus hijos (v.29).
Por la valentía en el martirio, estos personajes fueron ejemplares para los cristianos: se les rindió culto, se visitó su tumba (en diversos lugares), se les dedicaron encomios. La retórica de sus desafíos y amenazas del tirano, junto con la profesión de fidelidad, ha inspirado muchas narraciones de martirios.
7,6 El texto citado es Dt 32,36, donde leemos que Dios tendrá compasión; a él aluden Sal 90,13; 134,14. La cita expresa del cántico de Moisés (Dt 32,6) le da valor profético: en los acontecimientos actuales está sucediendo el paso del castigo a la compasión. Lo dice al principio y lo desarrolla hacia el final del capítulo. "Sus siervos" son, en aplicación estrecha, los siete hermanos con la madre; en el horizonte original, que aquí está presente, todo el pueblo judío. Si el primero habla en nombre de todos, todos hablan en nombre de la nación.
Es de notar que el mismo verbo, en otra conjugación, significa consolar, tanto en hebreo como en griego; el consuelo es tema central de la profecía de Isaías Segundo.
7,11 Tres tiempos muy marcados: el don inicial, el sacrificio actual y la recompensa próxima.
7,14 Comienza el ataque verbal al tirano en una frase ambigua: ¿insinúa que resucitará, pero no para la vida? Tal es la doctrina de Dn 12,2, que opone dos tipos de resurrección; en cambio, el joven opone resucitar a no resucitar para la vida.
7,16 "Dios no ha abandonado": tema importante en el mensaje profético; concretamente, en los textos referidos de Isaías y otros próximos: Is 41,17; 49,14 (queja de Sión, la madre); 54,6-7; 60,15 (cambio de situación de Sión; 62,4. Es también tema de muchos salmos.
7,18-19 El tema, no el vocabulario, recuerda otra vez el cántico de Moisés, Dt 32,27-29: la mala interpretación del adversario, que cree triunfar por sus fuerzas. El joven arguye a fortiori: más grave es luchar contra Dios que pecar. De paso confiesa vicariamente los pecados del pueblo e interpreta la persecución como castigo.
7,20-21 Texto clásico es el salmo 39, conocido de cualquier judío piadoso. Lo nuevo aquí es la esperanza en la resurrección. En efecto, el que puede dar la vida, puede devolverla. El poder creador funda la esperanza, pero más aún la "misericordia" de Dios, que actuará plenamente en el futuro definitivo: es el eleos griego, que traduce el hesed hebreo.
7,25 Ese "para su bien" puede tener una resonancia irónica: el rey cree ofrecer la salvación, la madre piensa en otra salvación.
7,27-29 Es un momento culminante, cuidadosamente trabajado. La paradoja de esta salvación está marcada por la repetición de la raíz de eleos = misericordia o piedad. El hijo tendrá piedad de la madre aceptando la muerte -argumento extraño-, y es que el martirio conducirá a la misericordia de Dios, que lo resucitará. Por la apostasía el chico se haría "amigo" del rey, la madre lo perdería; por la fidelidad extrema, la madre lo "recobrará", la fraternidad quedará consumada.
La exhortación del autor a la gran familia de los judíos se escucha fácilmente: es la matrona quien la pronuncia. Aunque todo Israel muriera por la Ley, hasta el último, se puede esperar la reconstitución escatológica. La capital es figura de matrona (Is 49,21) preguntaba al ver volver a sus hijos: "¿quién me engendró a éstos?, ¿quién los ha criado?, ¿de dónde vienen?"; la madre anónima de este capítulo da una respuesta profunda a esa pregunta.
7,30 Lo central es la interpretación del momento salvífico, como veremos. En este verso se replantea la cuestión: decreto real frente a decretos de la Ley de Moisés (la carne de cerdo es sólo una especificación).
7,32 El "nosotros" es colectivo, abarcando al pueblo. Los hermanos son inocentes hasta el extremo ("sin mancha", v.40); pero se encuentran en una situación social de pecado y sufren las consecuencias solidariamente. Lo que en conjunto es castigo, para ellos es prueba. Por su sufrimiento inocente, puede excitar la "compasión" de Dios y "detener su ira".
7,33 Porque se trata de un castigo saludable, para la conversión y el perdón. El enojo momentáneo está explicado en Is 54,78.
7,34 Las vanas esperanzas del rey se oponen a las esperanzas fundadas de la madre (v.20) y del tercer hijo (v.14).
7,35 El título se lee también en 3,39.
7,36 La frase es importante, el texto es dudoso. Si leemos pepokasi, una traducción literal sería: "en virtud de la alianza de Dios beben ya de la vida eterna"; la vida eterna, en imagen de una fuente siempre manante de agua que vivifica; interpretación escatológica de Ez 47. El verbo en perfecto indicaría que esa vida ha ha comenzado. Si leemos peptokasi, habría que traducir con cierto esfuerzo: "Han caído bajo la promesa (= han recibido en suerte) de una vida perenne". La pena a que alude el verso será la muerte prematura y atroz que describe el cap. 9, no una pena después de la muerte.
7,37 Desde el sufrimiento solidario intercede con confianza. El adjetivo de "apiadarse" es hileos, el mismo de Is 54,10.
7,38 Esta intercesión es casi un acto sacerdotal, muy semejante a la intervención de Aarón en Nm 17,11-15; una acción que la versión griega llama exilasai, y que tiene como resultado "detener la matanza" (véase el comentario a dicho pasaje en Sab 18,2-22).
7,40 Al morir el más pequeño, reina la "total confianza" en el Señor; se abre la nueva época.
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