Nuevas hazañas de Judas
121Cuando acabaron las negociaciones, Lisias volvió adonde el rey, y los judíos volvieron a sus trabajos del campo.
2Entre los gobernadores locales, Timoteo, Apolonio de Geneo, más Jerónimo y Demofón, a los que hay que añadir a Nicanor, jefe de los chipriotas, no les dejaban tranquilos ni vivir en paz.
3Y los habitantes de Jafa cometieron el crimen horrendo que voy a contar: sin aparentar la menor intención hostil, invitaron a los judíos que vivían en la ciudad a subir, con sus mujeres y niños, a las naves que ellos mismos habían equipado. 4Como se trataba de un decreto público de la ciudad, y los judíos deseaban vivir en paz, y no abrigaban ninguna sospecha, aceptaron la invitación; pero cuando estaban en alta mar, los echaron a pique; eran por lo menos doscientos.
5Cuando Judas recibió la noticia de aquella crueldad contra sus compatriotas, dio órdenes a sus hombres, 6e invocando a Dios, justo juez, marchó contra los asesinos de sus hermanos, les incendió de noche el puerto, les quemó las naves y pasó a cuchillo a los que se habían refugiado allí.
7Como la ciudad estaba cerrada, se retiró, pero con intención de volver para acabar con Jafa, 8y al recibir la noticia de que los de Yamnia intentaban hacer lo mismo que con los judíos que vivían allí, 9los atacó de noche y prendió fuego al puerto con todos los navíos, de forma que el resplandor del incendio se vio hasta en Jerusalén, a cuarenta y cinco kilómetros.
10Se había alejado de allí unos dos kilómetros en un avance contra Timoteo, cuando cayeron sobre él por lo menos cinco mil árabes con quinientos de caballería. 11Se trabó un violento combate, y con la ayuda de Dios vencieron los de Judas. Los nómadas, derrotados, le pedían la paz, prometiendo entregarle ganado y serle útiles en el futuro. 12Judas pensó que realmente podían serle útiles de muchas maneras, y accedió a hacer las paces con ellos; después de concertar la paz, se fueron a sus tiendas.
13Atacó también una ciudad llamada Caspín, defendida con terraplenes y amurallada, en la que vivía gente de toda raza. 14Los de dentro, confiados en sus murallas inexpugnables y en los depósitos de víveres, se mostraron insolentes contra los de Judas, insultándolos, y encima blasfemando y profiriendo palabras nefandas. 15Los de Judas invocaron al supremo Soberano del universo, que en tiempos de Josué derruyó Jericó sin arietes ni máquinas bélicas. Luego asaltaron ferozmente la muralla. 16Y cuando conquistaron la ciudad por voluntad de Dios, hicieron una matanza indescriptible, hasta el punto de que el estanque vecino, de unos cuatrocientos metros de ancho, aparecía lleno de la sangre que afluía a él.
17Se alejaron de allí unos ciento cuarenta kilómetros y llegaron a Querac, donde habitan los judíos tubianos; 18pero a Timoteo no lo encontraron en aquella región, porque, al no conseguir nada por entonces, se había marchado de allí, dejando en su lugar una guarnición, por cierto muy fuerte. 19Dositeo y Sosípatro, oficiales del ejército del Macabeo, fueron allá y aniquilaron a la guarnición que había dejado Timoteo en la plaza fuerte: más de diez mil hombres.
20Por su parte, el Macabeo distribuyó sus tropas en varios cuerpos; nombró jefes a aquellos dos, y se lanzó contra Timoteo, que tenía un ejército de ciento veinte mil de infantería y dos mil quinientos jinetes.
21Cuando Timoteo recibió la noticia de la llegada de Judas, envió las mujeres, los niños y el resto del bagaje al lugar llamado Karnión, inexpugnable e inaccesible por lo angosto de los pasos en toda aquella zona.
22Cuando apareció el primer destacamento de Judas, el terror se apoderó de los enemigos, el pánico ante la manifestación del Omnividente; y emprendieron la huida, lanzándose cada uno por su lado, hiriéndose unos a otros muchas veces, atravesándose con sus espadas. 23Judas los persiguió impetuosamente; acribilló a aquellos criminales y aniquiló a unos treinta mil hombres. 24El mismo Timoteo, que fue a caer entre las tropas de Dositeo y Sosípatro, les pedía con mucha diplomacia que lo dejaran vivo, porque tenían en su poder a los padres de muchos y a los hermanos de otros, y podría suceder que dieran cuenta de ellos. 25Logró convencerlos a base de muchos razonamientos, con la promesa de devolverlos ilesos, y lo dejaron en libertad con el fin de salvar a sus hermanos.
26Judas marchó después contra Karnión y el santuario de Atargate, y mató veinticinco mil hombres. 27Después de derrotarlos y aniquilarlos, marchó contra Efrón, una ciudad fortificada donde residía Lisias y una muchedumbre, abigarrada. Jóvenes robustos, alienados ante la muralla, la defendían valerosamente, y dentro estaban bien provistos de proyectiles y máquinas bélicas. 28Después de invocar al Soberano, que con su poder tritura las fuerzas del enemigo, conquistaron la ciudad y mataron unos veinticinco mil de los que había dentro.
29Partiendo de allí, se lanzaron contra Escitópolis, distante más de cien kilómetros de Jerusalén; 30pero como los judíos de allí aseguraron que los de Escitópolis los trataban con deferencia y que los habían acogido humanitariamente en los momentos de infortunio, 31Judas y los suyos les dieron las gracias y los exhortaron a seguir siendo en el futuro benévolos con los de su raza. Próxima ya la fiesta de las Semanas, llegaron a Jerusalén, 32y después de la fiesta de Pentecostés se lanzaron contra Gorgias, gobernador de Idumea. 33Gorgias salió con tres mil de infantería y cuatrocientos jinetes; 34se entabló el combate y los judíos tuvieron unas cuantas bajas. 35Un tal Dositeo, jinete muy valiente de los de Bacenor, sujetaba a Gorgias por el manto y lo arrastraba a pura fuerza, queriendo cazar vivo a aquel maldito; pero uno de los jinetes tracios se lanzó contra Dositeo, le cercenó el brazo y así Gorgias pudo huir a Maresá.
36Por otra parte, los de Esdrías* estaban agotados porque llevaban combatiendo mucho tiempo. Judas invocó al Señor para que se mostrara aliado y dirigiera la batalla. 37En la lengua materna lanzó el grito de guerra, y entonando himnos irrumpió por sorpresa entre los de Gorgias y los puso en fuga.
38Judas congregó el ejército y marchó a la ciudad de Adulán, y como llegaba el día séptimo se purificaron según el rito acostumbrado, y allí mismo celebraron el sábado. 39Al día siguiente, porque ya urgía, los de Judas fueron a recoger los cadáveres de los caídos, para sepultarlos con sus parientes en las sepulturas familiares. 40Y bajo la túnica de cada muerto encontraron amuletos de los ídolos de Yamnia, que la Ley prohíbe a los judíos. Todos vieron claramente que aquélla era la razón de su muerte. 41Así que todos alababan las obras del Señor, justo juez, que descubre lo oculto, 42e hicieron rogativas para pedir que el pecado cometido quedara borrado por completo.
Por su parte, el noble Judas arengó a la tropa a conservarse sin pecado, después de ver con sus propios ojos las consecuencias del pecado de los caídos. 43Después recogió dos mil dracmas de plata en una colecta y las envió a Jerusalén para que ofreciesen un sacrificio de expiación. Obró con gran rectitud y nobleza, pensando en la resurrección. 44Si no hubiera esperado la resurrección de los caídos, habría sido inútil y ridículo rezar por los muertos. 45Pero considerando que a los que habían muerto piadosamente les estaba reservado un magnífico premio, la idea es piadosa y santa. 46Por eso hizo una expiación por los caídos, para que fueran liberados del pecado.
Explicación.
12 Se diría que, después del pacto de tolerancia religiosa, se ha terminado la historia. Sin embargo, el libro continúa. Para ello tiene que recomenzar a nivel inferior de gobernadores locales, para remontarse al rey en el cap. 13. Geográficamente se aprecia una expansión, pues Judas sale del territorio de Judá. Primero en una expedición de represalia contra dos poblaciones de la costa mediterránea; después en una campana por Transjordania, en busca del general enemigo, Timoteo; después en la zona meridional. Son datos episódicos no bien motivados: si la expedición contra Jafa y Yamnia tiene por objeto vengar y defender a los judíos allí residentes, las de Transjordania e Idumea parecen ser causadas por la hostilidad de los dos generales.
En 1 Mac 5 también se trata de defender a poblaciones judías fuera del territorio judío. Además, después de conquistas, batallas y matanzas, no se aprecian resultados políticos estables. Lo único que se confirma es que Judas es invencible. Y como el autor no dispone de grandes recursos narrativos, la serie resulta monótona, episódica, sólo animada por algún rasgo anecdótico o por alguna enseñanza teológica. Véase 1 Mac 5.
12,1-2 Firmada la paz a nivel del rey y del primer ministro, esa paz es turbada por los gobernadores locales, que disfrutaban de suficiente autonomía; sabemos por 1 Mac que el rey era un niño. Los judíos vuelven a sus tareas pacíficas, como preveía el decreto real (11,23.26). Las tareas agrícolas se oponen paradigmáticamente a la vida militar.
Son los otros los que comienzan a turbar esa paz. Así lo hace entender el autor al introducir la nueva serie.
12,3-4 Parece que se trata de festejos a los que son invitados oficialmente, "por decreto", los judíos residentes en la localidad. Los judíos eran una minoría pacífica; si seguían sus costumbres tradicionales, es fácil que no participasen en los festejos ciudadanos, sobre todo si éstos tenían carácter religioso. Esto explicaría el carácter oficial y nuevo de la invitación.
12,7 El puerto quedaba fuera de la ciudad fortificada, como el Grao de nuestras poblaciones mediterráneas. Yamnia queda unos kilómetros al sur de Jafa: el autor se queda corto en dar la distancia de Jerusalén y largo en indicar las dimensiones del incendio.
12,10 La incursión árabe es normal que sucediera en Transjordania, es decir, cuando el Macabeo marcha en busca de Timoteo, para obligarle a una batalla abierta. Los árabes controlaban las rutas de caravanas, y pudieron sentirse amenazados por la incursión de Judas. Se comprende que, al entender las intenciones de éste y aleccionados por la derrota, prefirieran un tratado de paz. Con su amistad tenían algo importante que ofrecer al jefe judío.
12,13 La villa está situada en las alturas del Golán, al este del lago de Genesaret. En el asalto a esta ciudad el Macabeo se enfrenta con una pluralidad de naciones, lo mismo que cuando afronta ejércitos de mercenarios.
12,17 La región de los tubianos se encuentra al este, camino de Bosoroa en la zona del Haurán. La distancia que da el autor parece medida desde el Jordán mucho más al sur.
12,21 Camión queda al este de Caspín. Poseía un santuario famoso de Astarté y, al parecer, otro de Atargate. Es probable que poseyera derecho de asilo.
12,22 El autor liga la aparición del destacamento (epiphaneises) y la de Dios (epiphaneias). Pánico, fuga desordenada y herirse unos a otros son tópicos de la guerra santa.
12,27 Efrón se encuentra al sur, a poca distancia del Jordán.
12,29 Escitópolis es la antigua Beisán, cerca del Jordán, llave de acceso al valle de Yezrael.
12,36 * Esdrías es quizá el mismo que Eleazar de 8,23.
12,38 Adulán es la región donde se escondió David, al suroeste de Jerusalén.
12,39 Sepultados en los sepulcros de familia, se reúnen con sus padres, según la vieja tradición. No pueden ir a la fosa común ni quedar como pasto de fieras y aves de rapiña. Son los únicos caídos judíos que menciona el autor.
12,40-45 A través de un texto de historia complicada es posible distinguir dos etapas de significación: la de Jasón y la del autor.
Según Jasón, que seguiría la doctrina tradicional, los caídos han muerto por su pecado; la muerte ha sido castigo y expiación del pecado. Y revela el justo juicio de Dios: véase Is 22,14 "expiaréis ese pecado sólo con la muerte". Con esto ha terminado su destino, y pueden servir de escarmiento a los demás soldados. El general les echa un sermón sobre el tema. El pecado entraba en la categoría genérica de idolatría y era contra Dt 7,25.
El pecado de los caídos podía seguir trayendo consecuencias graves para el resto del ejército: así sucedió en el caso de Acán (Jos 7); en el tiempo las consecuencias de un delito pueden continuar por generaciones, porque el pecado no se expía totalmente (1 Sm 3,14: "jamás se expiará su pecado, ni con sacrificios ni con ofrendas").
Es decir, si la parte personal ha quedado expiada con la muerte, la parte colectiva todavía amenaza; por eso hay que orar y ofrecer un sacrificio de expiación, según las normas de Lv 4-5.
La oración se puede hacer en el mismo campo de batalla, el sacrifico se ofrece en el templo.
A esta interpretación tradicional se sobrepone el comentario del autor del libro, en polémica con otras escuelas doctrinales. El está convencido de la resurrección para la vida de los judíos fieles: ya la han alcanzado los mártires, también Jeremías y quizá Onías (15,12-16). Los caídos en la batalla "han muerto piadosamente", pues se trata de la causa noble que es la Ley, aunque manchados por un pecado. Por lo primero están destinados a una recompensa magnífica: la resurrección para la vida; por lo segundo, ésta resulta impedida. Como ellos no pueden expiar la culpa restante, sus hermanos vivos tienen que hacerlo. Se afirma así una comunidad de vivos y muertos en la teocracia y un valor de sacrificios y plegarias por los muertos.
En el tiempo sucesivo los fariseos aceptarán la doctrina de la resurrección, no así los saduceos. La frase, colgante en el texto griego, "ridículo e inútil rezar por los muertos", podría ser cita de la doctrina de una escuela. Esta página ha sido una de las más citadas y comentadas del presente libro.
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