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domingo, 8 de agosto de 2021

2 MACABEOS. INTRODUCCIÓN.

 Si hemos de atender a lo que el autor dice en el prólogo, su tarea no ha sido fácil, su trabajo ha sido intenso. Y si hemos de creer a lo que sugiere el epílogo, el autor ha quedado satisfecho de su trabajo y espera que les guste a los lectores.

Damos fe a sus palabras, en cuanto a la primera parte. El autor tenía que resumir la historia en cinco partes de Jasón de Cirene. Resumir es problema de elegir, y lo más difícil al elegir es dejar fuera. Pero también era difícil con el material entresacado construir una obra rigurosa.

Esta finalidad la ha conseguido el autor. La obra se despliega en dos dípticos: el tiempo dela cólera y el tiempo de la misericordia. Todo era bello y pacífico bajo Onías; por el pecado de algunos judíos el Señor se encoleriza y castiga a su pueblo; se suceden las desgracias culminando en la muerte de los mártires, Eleazar y los siete hermanos con su madre. Este momento es como una expiación, el Señor pasa de la cólera a la misericordia, y los acontecimientos se vuelven a favor de los judíos. No que falten los ataques de fuera e intrigas de dentro, sino que todo se resuelve fácil y triunfalmente. También podríamos apuntar a favor del autor el esfuerzo de concentración, mediante el cual ha conseguido crear narrativamente un reino de Dios en la tierra, visible e invencible.

¿Ha conseguido el libro agradarnos a nosotros, como agradó quizá a los contemporáneos? Creo que no se puede dar una respuesta genérica: hay quienes leen este libro con agrado, incluso con más gusto que el libro primero, mientras que otros lo encuentran difícil de aceptar.

A favor del libro están algunas enseñanzas importantes: la fe en la resurrección, justificada por el poder creativo de Dios; la valentía ejemplar de los mártires sin distinción de edad, el templo como tesoro de limosnas para los pobres, la protección divina como respuesta a la oración confiada, el triunfo del bien sobre el poder tiránico y su violencia. Son valores doctrinales que fácilmente se entresacan del libro y se imprimen favorablemente en la memoria.

Subrayan esa impresión favorable las cualidades literarias de dramatismo y concentración en escenas interesantes o emocionantes. Leyendo el libro podríamos pensar en un auto sacramental barroco con bastante tramoya y aparato escénico: algo así sería nuestro libro, en clave narrativa. Los personajes son más bien tipos (como las cualidades personificadas en el auto sacramental): lo que les falta de perfil individual lo suplen con rasgos típicos; por eso hay que exagerar su aparición -vestido, semblante, gesto, habla-, para que se distingan y para que resalte la idea que encarnan. En la escena tienen cabida algunos personajes sobrehumanos, como manifestación y presencia de la divinidad: éstos necesitan signos emblemáticos y no necesitan nombre; son funciones escénicas, no copias de una realidad ni mucho menos enunciados dogmáticos. El tiempo se concentra legítimamente en los momentos dramáticos, de los que se saca partido sin recato; el público ha de quedar prendido en la intensidad de la pasión o de su expresión. En los discursos, los personajes enseñan o conmueven al público: la retórica se mente en la dramática (costumbre que durará en la tradición posterior); también los diálogos están compuestos de cara al público, por ejemplo, la madre de los Macabeos y sus hijos frente al tirano. El gesto forma parte de la representación: ha de ser muy marcado y hasta exagerado par diferenciar su sentido; por ejemplo, el suicidio de Razis en 14,37-46. También adquieren valor escénico las intervenciones corales de la multitud anónima, creando un clima e induciendo el contagio del público.

Comparando el libro a un auto sacramental, he hablado de un recurso de lectura, no de una destinación original a la representación escénica. El libro es una narración bastante teatral, no es una pieza de teatro. En muchos pasajes, las escenas dramáticas dan paso a trozos más puramente narrativos.

En todo caso, ese ensayo de lectura responde a algo que es constitutivo de la obra. No estamos ante una historia, en sentido clásico, sino más bien ante la transformación de datos reales en una especie de parábola o símbolo desarrollado. La construcción se podría resumir así: un reino de Dios en la tierra, del que forman parte un pueblo de escogidos, y los demás quedan fuera. Los de dentro están ligados a su Dios, que es su verdadero rey: si lo ofenden, son escarmentados; si le son fieles, participan de los bienes de esta vida y de una vida después e la muerte. Hay una comunidad entre los ciudadanos vivos y muertos: algunos difuntos viven más allá e interceden por los que viven acá; algunos mueren por culpas que los vivos pueden expiar con oraciones y sacrificios. Los de fuera, o sencillamente no entran en la representación, o son extras que contemplan, o son ejecutores providenciales de un escarmiento, o son agresores que sufren un castigo ejemplar.

Todo lo dicho manifiesta que hay en el libro aspectos que fácilmente desagradan a un lector moderno y que contrarrestan los valores o incluso pesan más que ellos en la apreciación de dicho lector. Entre ellos podemos señalar: a) El recurso a las apariciones (tomadas de Jasón) crea la impresión de un deux ex machina para los momentos de crisis; las mismas apariciones resultan de una magnificencia infantil. b) La tendencia a esquematizar y exagerar es como un expresionismo exacerbado: el autor toma un rasgo y lo dilata casi hasta la caricatura; sus personajes no son caracteres, sino máscaras deformadas. c) A la misma tendencia se puede reducir el estilo hinchado, que busca la palabra inusitada, el circunloquio complejo, la insistencia complacida. d) El patetismo teatral: los personajes quieren hacer más impresión de la que justifican los hechos, y así resulta que llegan a producir la impresión contraria, falsa y teatral, o casi de ridículo. e) El placer de contar y multiplicar las bajas enemigas.

Para disculpar semejantes impresiones algunos apelan a la historia literaria: el libro es producto de su época, modelo del segundo tipo de asianismo (del hinchado y retorcido). La respuesta no basta: tener valor de documento no es tener valor literario. Además, la época no justifica el valor de sus libros, sino que los libros recomiendan o condenan una época literaria. Si lo típico de aquella eran semejantes producciones, la época no es un momento estelar de la literatura. La obra podrá ser objeto de estudio, no de disfrute.

Si el lector logra combinar la lectura interesada con la reserva crítica, podrá sacar el fruto máximo de este libro.

En su forma actual va precedido de dos cartas de recomendación a los judíos de Egipto: la primera invita a celebrar la fiesta de las Chozas, la segunda recomienda la nueva fiesta de la dedicación del templo (Hanucá). Ambas cartas son adición posterior; la primera está fechada el año 143 antes de Cristo, durante el reinado de Juan Hircano.

Son del autor el prólogo y el epílogo, en los que echamos de menos la fecha o algún dato equivalente. La narración abarca hasta el año 160, lo cual puede sugerir que Jasón de Cirene escribió antes del reino asmoneo. El compilador o trabajó poco después o no intentó poner al día la historia.

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2 MACABEOS. ÍNDICE

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